El siglo XX fue un periodo de grandes cambios culturales y sociales en toda Europa. En España, el siglo comenzó con un país devastado que acababa de perder la última de sus colonias en América. Inmerso en una profunda crisis económica, social y política, el país entró en el nuevo siglo buscando reinventarse y modernizarse. Fue una época de drásticas reformas que dividieron al país; pasando de una Monarquía a una República, el desarrollo de un nuevo sistema educativo, gratuito y laico, así como la implementación de muchas reformas legales y sociales. Mientras tanto, Europa no estaba en mejores condiciones y vivió la primera de las dos guerras mundiales que definieron la política de la Europa del siglo XX.
Todos los cambios, reflexiones y reformas llevaron al país a una época de agitación y malestar. Romper con las tradiciones españolas del pasado y construir los pilares de la España del futuro no fue fácil ni inocuo y las nuevas ideas fueron a menudo confrontadas y cuestionadas. Esta discusión impregnó la sociedad e influyó profundamente en las obras de algunos de los escritores, filósofos, artistas y pintores más importantes de la época. Joaquín Sorolla fue uno de ellos.
Cuando se habla de pintores españoles del siglo XX, los referentes tradicionales son Picasso y Dalí. Sin embargo, antes de que ellos asombraran al público estadounidense con su obra, hubo otros artistas plásticos que también tuvieron mucho éxito. Es el caso de Joaquín Sorolla, pintor valenciano, cuya exposición en la Hispanic Society de Nueva York a principios de 1900 alcanzó un éxito sin precedentes. De los 356 cuadros que había en la muestra, se vendieron 195.
Sorolla y la escuela valenciana
Nacido en la segunda mitad del siglo XIX, el joven Sorolla demostró sus dotes para la pintura a una edad muy temprana. Su formación se inició en Valencia, donde asistió a la Escuela de Bellas Artes, pero muy pronto se trasladó a Madrid y, desde allí, viajó a Roma y París. Durante sus primeros años, estuvo profundamente influenciado por los pintores valencianos de la luz y el paisaje marino, como Rafael Monleón, pero también por el crudo realismo social de finales del siglo XIX. Como muchos de sus contemporáneos, la exploración de España y de sus gentes, su forma de vida y su futuro se convirtió en uno de los ejes de sus primeras obras. Aunque todavía no tiene un estilo definido, sus cuadros muestran una integración de todos estos diferentes estilos y técnicas en igual equilibrio suavizando de alguna manera algunas de las escenas sociales que se retrataban. Aun así, Sorolla siempre consideró la iluminación como la esencia de sus cuadros, supeditando su dominio del dibujo y el color a reproducir los efectos de la luz independientemente de la escena. En sus propias palabras "El arte no tiene nada que ver con la fealdad o la tristeza. La luz es la vida de todo lo que toca, así que cuanta más luz haya en un cuadro, más vida, más verdad, más belleza". Algunos de los cuadros de esta época son ¡Otra Margarita!, que le hace ganar la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892; La trata de blancas o el famoso ¡Y todavía dicen que el pescado es caro!, también premiado con la primera medalla en 1895.
En esta primera época, cabe destacar también su estrecha relación con Antonio García, fotógrafo muy conocido en la época. Sorolla empezó a trabajar para él a una edad muy temprana y tuvo una gran influencia en su formación, el pintor no sólo aprendió todas las técnicas fotográficas sino que le ayudó a desarrollar su extraordinaria "memoria fotográfica" que le permitía retener la atmósfera, la expresión, la luz y el movimiento de toda una escena en un momento. Además, Sorolla se casó más tarde con su hija Clotilde.
Sorolla en la sociedad hispana
A principios del siglo XX Sorolla se consolidó como un pintor de gran éxito en España, donde empezó a ser reconocido con diferentes e importantes premios y reconocimientos nacionales. Pero es la influencia de su viejo amigo Aureliano Beruete, que le propuso trabajar como retratista, la que cambió su vida. En sólo cinco meses, en 1906, Sorolla pinta 17 retratos de las personas más influyentes de la época; personajes públicos, aristócratas, banqueros, políticos e incluso la Familia Real quería una de sus obras.
En 1909 sus obras viajan a Nueva York donde realiza su primera exposición en Estados Unidos en la Hispanic Society. La exposición de Nueva York fue un triunfo abrumador y confirmó el éxito de Sorolla. De hecho, la exposición en la Hispanic Society de Nueva York tuvo tanto éxito que le hizo conocer a las familias más importantes de la ciudad y muchas de ellas quisieron tener un retrato hecho por él. Dos años más tarde, en 1911, Milton Huntington le encomendó el especialísimo encargo de realizar 14 murales que ilustraran las distintas provincias de España, sus paisajes y sus gentes. La importancia del encargo era evidente, no sólo por la tarea a realizar, sino porque este proyecto destacaba por ser un contrato multimillonario único jamás firmado por un artista español en todo el mundo. Los catorce murales, conocidos como Las Regiones de España, siguen expuestos en la Hispanic Society de Nueva York.
Sorolla: Un pintor internacional de Valencia, un pintor eterno
Hoy, casi cien años después de su muerte, Sorolla sigue siendo uno de los favoritos del público. A la gente le encanta visitar su casa de Madrid y disfrutar viendo sus obras, fotografías, cuadros, retratos y, sobre todo, esas escenas familiares y domésticas de mujeres y niños bañándose y jugando en las soleadas y hermosas playas de Valencia.
Sorolla será siempre un referente del arte de principios del siglo XX por su obra, no sólo por su gran popularidad y éxito sino también porque fue capaz de llevar a España más allá de nuestras fronteras mostrando las tradiciones y la cultura española al mundo. Puedes visitar los famosos murales de la Hispanic Society la próxima vez que vayas a Nueva York. Mientras tanto, si viaja a Londres no olvide pasar por la National Gallery para ver la exposición temporal Sorolla: El maestro de la luz.
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